26-11-2012
DEL ROCK AL JAZZ.
Autor: Alejandra Guerra
El perezoso sol de la mañana me daba de frente.
Me encontraba allÃ, en el mismo lugar de siempre, esperando…
Tan solo esperaba que algo emocionante suceda, algo para poder contar.
Tras tantos dÃas de espera, podÃa ver como un joven me observaba de lejos, no es por presumir pero mi belleza llamó su atención. Fue acercándose hasta quedar ambos a poca distancia; su mirada me conmovió, sus pupilas cristalinas me decÃan que algo le sucedÃa al verme, me sonrió y murmuró unas palabras que no llegue a entender.
Sentà que era algo especial, hubo una mutua atracción. Confié en que el destino me ayudarÃa poniéndose a mi favor, pero el universo se conspiró en mi contra. Olvidándose de mi existencia, quedándome sola y desilusionada. Eso me ocurrÃa constantemente, ilusionarme era mi debilidad, él parecÃa ser diferente, su mirada me dijo que regresarÃa, pero no fue asÃ.
Tras una semana de ansiosa espera, lo vi. PodÃa distinguirlo desde lejos, su aspecto era particular y eso me gustaba, me dio tanta alegrÃa verlo que casi caigo rendida a sus pies, noté sus nervios, su torpeza lo delataba. Alzó su suave mano y con un leve movimiento me acarició, yo me estremecà de placer, la conexión era recÃproca, ambos sabÃamos que debÃamos estar juntos y finalmente esa larga espera acabó. Me tomó en sus brazos y me llevo con él, salvándome de la eterna soledad.
Me confesó que se habÃa enamorado, que no podÃa dejar de pensar en mi junto a él, me elogiaba continuamente y me cuidaba más que un tesoro, ese trato me hacÃa sentir especial, Ramón era ahora mi dulce amor.
Tras meses de intensa pasión algo comenzó a fallar. Cada dÃa llegaba borracho y a las tantas horas de la madrugada. Me comenzó a dejar mucho tiempo sola, cosa que jamás habÃa ocurrido desde que estábamos juntos, era como regresar al pasado, nuevamente me encontraba esperando. Pero lo peor aún no habÃa ocurrido, de un dÃa para el otro llego a casa acompañado de unos cuantos jóvenes. Lo primero que hizo fue presentarnos, pero sus caras y actitudes no me guastaban, estaba segura que esa junta lo estaba pervirtiendo.
TenÃa que soportarlos todo los dÃas, hasta cualquier hora, sin importarles nada. El respeto se fue perdiendo, no me trataban bien y Ramón en vez de defenderme solo festejaba sus bromas con profundas carcajadas no pareciendo importarle mucho la falta de respeto de sus amigos para conmigo. Cada vez me molestaba más la situación, ese hombre que yo habÃa conocido ya no era el mismo, eso me dolÃa.
Mis gritos eran cada vez más agudos e intensos, pero parecÃa no importarles mucho, solo continuaban con sus vicios, contagiando a mi chico de sus malas acciones.
La verdad que yo no salÃa nunca, siempre estuve muy cómoda en casa, aunque últimamente ya no me sentÃa tan a gusto allÃ.
Vino uno de sus amigos y tiro la idea de que los acompañase al bar que ellos frecuentaban, la idea no me ilusionaba, pero podÃa ver en Ramón sus ganas de compartir una noche conmigo fuera de casa. Asà que juntos partimos rumbo a una noche diferente, en busca de armonÃa. El lugar era muy oscuro, lleno de humo y gente, me sentÃa asfixiada allà pero debÃa soportarlo por mi amor hacia ese hombre que me salvo de la perpetua espera.
No sé por qué motivo, en un momento dado todos comenzaron a mirarnos, no quitándonos las miradas de encima. Me sentÃa incomoda y observada, pero con Ramón a mi lado me encontraba segura y al abrazarme no me importo más nada, solo que ese momento sea eterno.
Inesperadamente su acción traicionó mis sentimientos, me entregó en brazos de su amigo, yo no podÃa creer lo que estaba haciendo, estaba asustada; al joven se lo veÃa exaltado, con bruscos movimientos y torpes manos me lastimaba. Se violentó conmigo porque no respondà a su orden y sin más me estampó contra el suelo de madera, por culpa de Ramón asà fue como acabé…
Dañada y quebrada quede allà tirada. Él llego gritando por temor a perderme, no dejando de pedir perdón, pero fue demasiado tarde…esa es la última vez que vi a mi amado.
Ahora me encuentro en otro sitio, no mejor que el anterior pero si más tranquilo, este lugar me da paz y eso es lo único que necesito. Mis gritos se remplazaron por una suave tonalidad, aun me quedan algunas fracturas, pero al menos mis cuerdas siguen sonando en compañÃa de un viejo piano. Mi voz se sigue oyendo y las manos que ahora me tocan son ancianas pero sabias.