Querido Fernando Pessoa
Para mi maestro Miguel Donoso Pareja (1931-2015)
Estar en Lisboa fue como toparme con Ofelia mucho tiempo después de que la abandonaste. Es ella sentada a la mesa después de una noche de insomnio. Ajada, más bien descuidada por los malos tiempos; pensativa, pero todavÃa con las carnes firmes.
No recuerdo que le hayas compuesto una tonada.
Fuiste una persona seria, tanto como tu rostro ensimismado.
Fernando: ¿Qué te dice tu mente cuando piensas?
-Que es mente y piensa.
Tan vulnerable como el dÃa soleado, nublado, te imaginé respondiendo mientras caminabas sobre las piedras de cal de la acera, elegante, tÃmido, mirando al sesgo.
Las calles y los tranvÃas siguen siendo los mismos, hablan portugués y leen uno de tus cantos multiplicado en carteles.
Las autoridades te ennoblecen, tratan de hacerte más honorable que un poeta. No saben que tu decencia te protegió de todo mal, excepto de fumar tabaco y tomar aguardiente baratos. Vivir al dÃa fue un deseo que te llevó a la tumba, que ahora levantaron en el lugar más concurrido de un monasterio. Es una mojonera de acero donde los guÃas hablan de tu importancia a los turistas. Unos y otros pasean frente a tu nombre como el tiempo, que es tiempo y pasa. Grabaron en el metal dos años, el de tu nacimiento y el de tu muerte. Y entre los números de llegada y de partida un guión, una lÃnea pequeña como tu bigote son los dÃas de tu existencia.
Si tan sólo fuiste una fragilidad, un desasosiego.
¿Qué tanto hiciste en ese diminuto espacio?