Desde el campanario
Fue un niño demasiado distraÃdo, cantar en la iglesia era para él una diversión. La tarima donde lo hacÃamos estaba encima de los fieles y él siempre querÃa ver a la gente y olvidaba lo que estaba ejecutando, tenÃa que darle golpes con el codo para que entrara a tiempo en los cantos. Era un niño pensativo, abstraÃdo. TenÃa la cara y los ojos de un santo, pero no puedo asegurar que sus pensamientos fueran puros, como tampoco puedo decir que estuviera imaginando maldades, era como si su mundo interior y él no pudieran vivir uno sin el otro, sus ojos nutrÃan la vida que tenÃa dentro de su cabeza, filtraban a su intimidad la existencia y nadie supo en qué la convertÃa, porque no tenÃa amigos y no hablaba más que lo indispensable y solamente si le preguntaban, pero tenÃa una voz que hacÃa llorar, ponÃa tanta emoción en ella que muchas de las señoras que iban a misa asistÃan para escucharlo, y cuando uno lo oÃa y miraba su esfuerzo dudaba de que pudiera mantenerse en pie cuando terminara el salmo, daba la sensación de que estuviera vaciándose mientras cantaba y que de todo él no quedara sino un cascarón al terminar, pero no, como un pajarito metÃa sus manos adentro de su traje de monaguillo y se quedaba quieto como los animalitos cuando está cayendo una tormenta.
Cuando ocurrió lo de GodÃnez él estaba con el grupo que lo subió a la azotea de la iglesia, lo desnudaron, lo golpearon con sus cintos y después le metieron palos de escoba en el culo. Sealtiel, que era el mayor del grupo, lo violó delante de todos. GodÃnez habÃa llegado esa tarde a la iglesia y andaba pajareando cuando se le acercó Sealtiel y le preguntó si se encontraba perdido, que esos no eran sus rumbos, que se fuera, que se volviera a su barrio. Como GodÃnez se puso gallito Sealtiel le amarró las manos y aplicándole la llave china lo subieron por la escalera del campanario hasta la azotea. Eran seis los que lo hicieron y Rosendo nunca tocó a GodÃnez, siempre se mantuvo fuera del grupo viendo únicamente lo que pasaba. Mientras ultrajaban el cuerpo de GodÃnez y lo golpeaban para que no gritara, él veÃa el llanto y su desesperación desde el campanario. Miraba el sufrimiento del mancillado como se ve el agua caer mientras llueve. Como si estuviera aprendiendo lo que la vida es, sufrimiento, dolor, impotencia y hostigamiento perpetuo.